Eduardo López, figura clave de COAG Andalucía y hasta el pasado miércoles secretario de Organización, recuerda una trayectoria de 36 años al servicio del sector agrario, con una lúcida reflexión para el agricultor y ganadero del mañana
Allá por el año 1989, un grupo de agricultores de Roquetas, El Ejido y Vícar veníamos manteniendo reuniones para impulsar una organización agraria. Desde entonces y hasta hoy, he tenido la suerte de poder conocer todas las formas de agricultura y sectores agrícolas y ganaderos que existen en nuestra comunidad. El acceso a este conocimiento se ha convertido en la base de algunas reflexiones sobre el sector que han venido a propiciar y facilitar estos días de emociones, despidas, cambios y mucho movimiento, interno y externo.
He dedicado con intensidad mi vida a luchar por la dignidad del sector agrario. Este proyecto ha sido lo que ha definido mi vida y lo he podido materializar a través de la COAG, gracias a ella. Defender la integridad de la agricultura y ganadería ha pasado, a lo largo de estos casi 40 años, importantes momentos en los que había que pelear por la renta de las explotaciones, concienciando sobre los abusos que se cometían, y se siguen cometiendo, en torno a los precios de los alimentos, especialmente por la gran cadena de distribución y lo supermercados. Pero hoy en día este caballo de batalla está dejando espacio para otros frentes. La situación se complica y ya hay que mirar más allá de los precios y la renta. Y es que, en el fondo de mí mismo, creo que nunca he llegado a sentir la defensa sindical como una cuestión material o, al menos, no solamente como eso. Y la vida ha venido a dar la razón a esa visión mía interior.
Somos productores. Alimentamos a la sociedad. Vivimos en el medio rural. Gestionamos los recursos naturales. Defendemos el territorio. Preservamos el legado cultural, el gastronómico. Cuidamos y guardamos el legado de nuestros padres y abuelos. Y tenemos una responsabilidad moral sobre esa herencia inmaterial. Así que, si queremos que nos escuchen políticamente, si queremos el reconocimiento de la sociedad debemos ser conscientes de todo esto, de que nuestro rol no puede ser meramente personal.
No concibo mi lucha en la COAG ni estos años de trayectoria asociada solamente a una cuestión económica. La sociedad respetará y apoyará al sector agrario si nuestro discurso va más allá de unos precios justos. Incorporar lo social y medioambiental, convertirnos en defensores del territorio y guardianes de sus prácticas agrarias, es cada día más acertado. Y quizá se convierta en nuestra única opción de éxito el día de mañana.
Otro aspecto importante, esencial, determinante para mí, es la concepción del carácter horizontal que se encuentra representado en la filosofía misma de La COAG. No creo en las estructuras piramidales, verticales, presidencialistas. Mucho menos si hay que aplicarlas en una estructura como el sindicalismo agrario. Un sistema abierto a la participación, a la reflexión y a la toma de decisiones colectiva siempre dará mejores frutos, porque, amigos, cuando una persona se implica en un proyecto, se siente involucrado en unos logros, son conscientes de su toma de decisiones, observando los resultados de las mismas, como algo propio, ese acto los convierte en protagonistas de su propio destino, del destino de todos, como grupo. Y eso es lo verdaderamente imparable.
Una trayectoria intensa y llena de pasión
La vida está llena de casualidades que, sin lugar a dudas, marcan el destino de una persona, de un proyecto. Personalmente tuve claro, desde el principio, desde ese 1989, que la COAG se acercaba más a mi manera de pensar, a cómo tenía que ser una organización íntegra, honesta. Creo que siempre supe que ésta era mi organización. Una organización soberana e independiente de partidos políticos ni de grupos económicos; que defiende un modelo de explotación agraria, familiar, social y profesional, entroncada a nuestra identidad como pueblo, comprometida con nuestro entorno social y cultural.
Durante ese verano de 1989 en el que se produjo ese primer acercamiento a la organización, leí varios documentos de La COAG, conocí sus tractoradas durante la transición democrática, sus reivindicaciones y manifiestos. Pero lo definitivo, para mí, lo que me condujo irremediablemente a desarrollar este proyecto de vida, fue que las personas que dirigen el futuro de la organización y, por ende, del sector agrario, quienes toman las decisiones, así como sus afiliados y afiliadas, son agricultores/as y ganaderos/as en activo. Desde el principio quedó claro que, si el interés del que se acercaba a nosotros era utilizarnos como vehículo para entrar en el juego de la política u otro interés, este no era su sitio. Mantener ese rumbo, esa forma de actuar, intacta, no ha sido fácil y llevó aparejada más de una complicación y varios dolores de cabeza.
Y aquí estamos, recuerdo ahora la primera etapa en Almería con cariño y añoranza. Fueron 14 años intensos, que nos llevó a tener más de 5.000 afiliados y 10 oficinas dando servicio. Quiero agradecer el trabajo maravilloso del equipo técnico de esos principios, así como de todos los que
vivieron y sufrieron conmigo, junto a mí, esos comienzos. Son muchos los nombres que acuden ahora a mi mente y a mi corazón. Tantas personas que lucharon como jabatos para convertir a COAG Almería en la primera organización en tan solo dos o tres años. Todos y cada uno de ellos tienen en mi un amigo, cuentan con mi respeto y admiración, por lo vivido.
Y, entre ellos, en aquellos primeros tiempos, cuando convocábamos asambleas informativas en San Isidro, yo veía a un niño de 12 o 13 años sentado al lado de su padre. Ese niño era Andrés Góngora Belmonte, hoy, unos de los mejores baluartes de Coag, no sólo en Andalucía, sino a nivel nacional.
No quiero terminar sin antes pedir perdón a aquellos que haya podido ofender en el transcurso de la lucha y el fragor sindical, no quiero llevarme enemigos entre los míos porque entonces no habrá merecido la pena lo vivido. Y, sobre todo, quiero agradecer a todos los que habéis estado a mi lado en esta aventura, llena de sueños logrados, y también de fracasos, que los ha habido.
Por último, a los que cogéis el testigo, desearos mucha fuerza y toda la suerte del mundo. Me voy tranquilo porque sé que lo vais hacer muy bien, estoy convencido de que los mejores dirigentes son aquellos que dejan relevos que los superan con ventaja.
Por mi parte, me voy a aplicar lo que sabiamente decía Pepe Mujica cuando afirmaba que lo que realmente hace feliz a una persona es tener tiempo libre para cuidar las relaciones, los afectos, las emociones positivas que emanan de los vínculos familiares, de los amigos, de la gente que uno quiere.
Un abrazo fuerte. Siempre me tendréis junto a La COAG.
Semblanza
Eduardo López. Secretario de Organización de COAG Andalucía
Nacido en Argentina, aunque de origen alpujarreño, Eduardo López Vargas, llegó con su familia a Vícar (Almería) en 1965. Desde muy joven ha estado comprometido con el entorno social, familiar, político y sindical agrario. Agricultor de profesión, es uno de los fundadores de la Organización Agraria COAG, de la que fue secretario provincial de Almería durante trece años (1989-2002), miembro de la Comisión Ejecutiva de COAG a nivel estatal durante una década; formando parte de la Ejecutiva Regional de COAG Andalucía desde hace 36 años, donde ha venido desarrollando su labor como secretario de Organización, con espíritu crítico y pasión.
Eduardo López es, asimismo, fundador y presidente de la Asociación de Comunidades de Regantes de Andalucía –CREA-, desde 2021, que en la actualidad se ha convertido en una de las dos organizaciones reconocidas institucionalmente con un número de CCRR y hectáreas de regadío acreditadas.